Hombre
Lucio Victorio Mansilla nació en el barrio porteño de San Telmo en 1831. Hijo primogénito del coronel federal Lucio Norberto Mansilla, héroe de la batalla de la Vuelta de Obligado, y de Agustina Ortiz de Rosas -hermana menor de Juan Manuel de Rosas-, una joven a quien se llamaba “la belleza de la Federación”.
Luego de transitar por varios colegios, Lucio fue empleado en la firma familiar Adolfo Mansilla y Cia., la tienda de su tío, donde llevó los libros de contabilidad.
A los 16 años se enamoró de Pepita, una costurera hija de inmigrantes franceses. Juntos se fugaron a Montevideo, pero por la infidencia de un amigo fueron descubiertos. La joven fue internada en un convento y él, devuelto al seno familiar. Luego fue enviado a la estancia familiar “Rincón de López”, en la desembocadura del Río Salado -en la bahía de Samborombón-, que regenteaba su tío Gervasio. Allí se enamoró de su prima Catalina de quien estuvo distanciado durante su estadía en Paraná y su viaje a Europa. De regreso a Buenos Aires, contrajeron matrimonio en 1853 y tuvieron tres hijos.
En 1871, en tiempos de fiebre amarilla en Buenos Aires, Mansilla se integró a la comisión de ayuda a los damnificados, presidida por Sarmiento. En ese tiempo fallecieron su padre y su hijo mayor, Andrés Pío. Sus otros dos hijos corrieron la misma suerte a causa de otras enfermedades.
Hacia fines de 1895 falleció su mujer, Catalina, a los 61 años de edad, de lo cual Mansilla se enteró meses más tarde, pues se encontraba en misión como agregado militar en Niza, comisionado para estudiar la organización militar de varios países. En 1896 publicó en París sus Estudios Morales, es decir, El Diario de mi vida, con un prólogo que debió ser de Paul Verlaine, (cosa impedida por la muerte del poeta) y fue elogiado por personalidades de las letras francesas del momento.
A partir de entonces realizó innumerables viajes, vinculados a misiones diplomáticas. En 1898, conoció a quien sería su segunda esposa y a quien doblaba en edad, Mónica Torromé, viuda de Huergo, hija de una familia rica de San Nicolás, establecida desde 1869 en Londres. Allí, los casó en 1899 el arzobispo de Westminster en la capilla de la familia real inglesa.
En 1900, durante la segunda presidencia de Julio A. Roca (1898-1904), fue nombrado ministro plenipotenciario ante las cortes de Alemania, Austria-Hungría y Rusia. La tarea diplomática no lo alejó del periodismo y continuó colaborando con frecuencia con El Diario de Buenos Aires.
Murió el 8 de octubre de 1913, poco antes de cumplir los 82 años, en su departamento de la Rue Víctor Hugo. Los diarios de Buenos Aires publicaron extensas necrológicas y Le Figaró, de París, le dedicó una de sus páginas.
Escritor
La obra más distinguida de Mansilla fue Una excursión a los indios ranqueles, publicada a modo de cartas dirigidas a su amigo Santiago Arcos residente en España y aparecidas en el diario La Tribuna, en 1870. Cinco años más tarde, la obra fue premiada en el Congreso Geográfico Internacional de París.
La travesía de Mansilla, relatada en esa obra, se había iniciado el 30 de marzo de 1870 con la expedición para afianzar la paz suscripta por el presidente Sarmiento con los emisarios indios. La comitiva se componía de dos sacerdotes franciscanos de la "propaganda fide" (fray Marcos Donatti y Fray Moisés Álvarez), cuatro oficiales y seis caballerizos, transportando en mulas cargueras los ornamentos religiosos, las provisiones y los regalos para los caciques. Mansilla relata la expedición y su encuentro con los capitanejos ranqueles y con el cacique Pagitruz Guor, llamado también Mariano Rosas, quien de joven había sido tomado prisionero y enviado a la “Estancia del Pino”, propiedad de Juan Manuel de Rosas, donde aprendió las tareas del campo, fue bautizado con el apellido de su patrón y luego padrino. Más tarde, escapó y regresó con otros indios hacia las tolderías, de las cuales llegaría a ser jefe a la muerte de su padre.
Si bien Mansilla llevó a cabo con éxito la tarea encomendada por Sarmiento de extender la línea de frontera hasta Río Quinto, su propósito era luchar por la asimilación de los indios a la vida que se consideraba “civilizada”, política opuesta a la de la eliminación indígena, que se venía siguiendo desde hacía siglos.
Mientras era Capitán de Línea en el pueblo bonaerense de Rojas, escribió el Reglamento para el ejercicio y maniobras del Ejército Argentino (1861).
En mayo de 1864, subió a escena en el Teatro Victoria de Buenos Aires su obra Una venganza africana, un melodrama romántico que obtuvo un éxito extraordinario y, en octubre de ese año, se estrenó su comedia Una Tía. Creó un círculo de hombres de letras, por sobre las diferencias políticas que agrupó a Valentín Alsina, Nicolás Avellaneda, Eduardo Wilde, Estanislao del Campo, Carlos Guido y Spano, Pastor Obligado, José Manuel Estrada, entre otros.
En 1894 escribió una de sus obras más memorables: Retratos y recuerdos, prologada por el general Roca y en 1898, una biografía de su tío Juan Manuel de Rosas, titulada: Rozas, ensayo histórico-psicológico. También es autor de dos ensayos políticosociológicos sobre la Argentina: En vísperas (1903) y Un país sin ciudadanos (1908). Su última obra fue Memorias (1904), escrita a los 71 años, en la que recuerda con nostalgia el viejo Buenos Aires que quería dejar de ser gran aldea.
Sobrino de Rosas
Mansilla trabajaba de joven en un saladero de la familia en las cercanías de San Nicolás, donde también se dedicaba a la lectura de pensadores modernos, como Rousseau. Por miedo a que su tío Juan Manuel se enterase de esa práctica, fue enviado en comisión a la India, a países de Oriente y a Europa a comprar mercaderías. Producto de esta aventura es su primera obra De Adén a Suez (1855) en la que narra las peripecias de su primer viaje a tierras extrañas, que recorrió con un compañero norteamericano.
A fines de 1851 visitó a Rosas en su finca de Palermo, narró este encuentro en: Los siete platos de arroz con leche, publicado en el diario Sud América, junto a otros escritos en su mayoría autobiográficos, conocidos como las "causeries (charlas) de los jueves". Su obra Entre nos, editada entre 1889/90, recopila en cinco volúmenes esos escritos. Se trata de conversaciones sostenidas entre el autor y el lector, quien debe conocer –para leerlo con provecho- el medio en que se desarrollan los personajes, los modismos del autor, el paisaje en el que encuadra las escenas que narra pintorescamente.
En 1898 escribió una biografía de su tío, titulada Rozas, ensayo histórico-psicológico, que provocó críticas bastante desfavorables, quizá por su inexperiencia en este tipo de género. Allí describía a Rosas como un “señor feudal de horca y cuchillo” capaz de convertir en compadre, socio, servidor devoto y hasta “federal en regla”, según Mansilla, a un cuatrero (ladrón de hacienda) de sus campos.
En Los siete platos de arroz menciona que: “el Restaurador campea allí (en Palermo) con sus bufones y su extraordinaria ordinariez”. Y agrega, por si quedaran dudas de su despiadado retrato: “Rozas no es un temperamento libidinoso, sino un neurótico obsceno”.
Entre los cinco hijos del matrimonio Mansilla-Rosas, Lucio fue el más conocido: militar, aventurero, dandy, político, escritor y periodista ingenioso, irreverente, provocativo. Dos de sus hermanos murieron a temprana edad: Agustina Martina, una niña de meses, y Lucio Norberto quien se suicidó muy joven, en España. Sobrevivieron Eduarda y el menor, Carlitos.
Mansilla alentó los comienzos literarios de Eduarda, aunque no dejó de poner reparos a la actividad de las mujeres como escritoras. Tradujo, para su publicación en el diario La Tribuna, una de las novelas de su hermana: Pablo, ou la vie dans les Pampas, escrita en francés, pero no se privó de enmendarla con acotaciones y de suprimir notas explicativas de la autora, a pesar de que ella fue una escritora fundamental de las letras argentinas del siglo XIX, junto con Juana Manuela Gorriti y Juana Manso.
Político y Militar
En 1852 Mansilla ingresó al ejército. Fue secretario de Salvador María del Carril, vicepresidente de Urquiza; luego diputado por Santiago del Estero y secretario de la Convención Constituyente de 1860 por la cual Buenos Aires se unía a la Confederación.
En 1856 retó a duelo al escritor y senador José Mármol, por una injuria vertida hacia su familia en la novela Amalia. Mármol se valió de sus influencias y lo hizo encarcelar; Mansilla terminó penado con la extradición. En 1857 se trasladó a Paraná, capital de la Confederación y allí comenzó su carrera periodística en El Nacional Argentino del que llegaría a ser director y propietario. Luego de tres años, regresó a Buenos Aires y al periodismo político en el periódico La Paz.
En 1861 intervino en la batalla de Pavón, lo que le valió la designación como Capitán de Línea en el pueblo de Rojas. En 1865, participó de la guerra contra Paraguay como militar y periodista en varias batallas. Desde el diario La Tribuna, criticó la conducción de la guerra.
En 1868 apoyó la candidatura a presidente de Sarmiento. Mansilla fue designado Coronel y Comandante de Fronteras en Río IV, provincia de Córdoba. Allí realizó su campaña contra los indígenas que quedó inmortalizada en su obra Una excursión a los indios ranqueles.
La expedición de 1870, para afianzar la paz suscripta por el presidente Sarmiento con los emisarios indios, duró veinte días. Al llegar a Villa Mercedes (Córdoba), Mansilla se encontró suspendido de su cargo por haber actuado sin consultar a su jefe, al ordenar el fusilamiento de un desertor reincidente, previo consejo de guerra sumarísimo. El presidente Sarmiento lo puso en disponibilidad, con un apercibimiento en su foja de servicios.
Dos años después, en 1872, el presidente Nicolás Avellaneda, lo repuso en su cargo militar como Jefe de Estado Mayor del Ejército de Reserva en Córdoba y luego jefe de fronteras e intendente militar.
En 1877 Mansilla solicitó al presidente Avellaneda, la gobernación del Territorio Nacional del Gran Chaco, en la que estuvo entre 1878 y 1880. Lucio tenía informaciones sobre importantes yacimientos de oro en Paraguay. Formó una empresa e intentó manejar sus negocios auríferos, pero el proyecto fracasó y como consecuencia vendió sus acciones, renunció a la gobernación y se marchó a Europa, donde permaneció hasta 1880. Regresó para apoyar la candidatura presidencial de Roca (1880-86), quien envió a Mansilla a Europa para promover la inmigración. Cumplió misiones diplomáticas en el exterior y, finalmente, se radicó en París en 1896, desde donde pidió su baja del ejército.