Hombre
Nació en 1834 en el antiguo caserío de Pedriel, hoy Museo José Hernández del partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, y murió en su quinta de Belgrano en 1886, a los 51 años. Hijo del federal Rafael Hernández y de la unitaria Isabel de Pueyrredón, prima de Juan Martín de Pueyrredón.
Fue criado por su tía Victoria Pueyrredón mientras sus padres trabajaban en estancias del sur de la Provincia, gobernada entonces por Juan Manuel de Rosas.
Fallecida su madre, cuando tenía nueve años fueron a vivir al sur de la Provincia, al poblado de Camarones, pues los médicos recomendaron a su padre, que se desempeñaba como capataz de una de las estancias de Rosas, que llevara a José al campo para superar una enfermedad.
José había comenzado a leer y escribir a los cuatro años de edad; desde niño fue un autodidacta, todo lo aprendió por esfuerzo personal. Observador entusiasta de los trabajos de ganadería que dirigía su padre, participó también de ese tipo de tareas. Así, entró en contacto con el estilo de vida, la lengua y los códigos de honor de los gauchos. Aprendió a quererlos y admirarlos y a entender sus dificultades ante la vida cotidiana.
Poco después de fallecer su padre, y sin que se sepa con exactitud en qué año, Hernández se trasladó a Entre Ríos entre 1856-1858 -algunos indican que fue a causa de un duelo; otros, debido a las presiones que el partido liberal “pandillero” ejercía sobre sus opositores reformistas “chupandinos”- se instaló en la ciudad de Paraná, por entonces capital de la Confederación. Allí conoció a Carolina González del Solar, con quien se casó y tuvo siete hijos.
Debido a los continuos enfrentamientos civiles durante los años '50 y '60, se vio obligado a viajar y trasladar su residencia a menudo. Vivió en Brasil, en Entre Ríos, Rosario y Montevideo. En 1870 tuvo que volver a Brasil. Dos años después, gracias a una amnistía, pudo regresar al país.
En su vida desempeñó actividades diversas: fue poeta, periodista, orador, comerciante, contador, taquígrafo, estanciero, soldado y político. Conocido especialmente por haber escrito el Martín Fierro, considerado el libro nacional entre los argentinos, el gran mérito de José Hernández fue el de llevar a la literatura la vida de un gaucho contándola en primera persona, con sus propias palabras e imbuido de su espíritu.
En su homenaje, el 10 de noviembre —fecha de su nacimiento—, se celebra el Día de la Tradición.
Militante
Hernández llegó a ser diputado en 1879 durante la presidencia de Nicolás Avellaneda; vocal del Consejo General de Educación y senador provincial por Buenos Aires, electo en 1881 y reelecto en 1885.
En 1869 fundó el diario El Río de la Plata, opositor al presidente Sarmiento que defendía la civilización, entendida como europeización, y atacaba a la barbarie, que para él constituían el gaucho y el indio. Desde ese medio gráfico, hizo públicos los abusos que cometían las autoridades de la campaña contra los gauchos y se proclamó defensor de los hombres de campo.
Un artículo suyo sobre la soberanía en Malvinas, escrito en 1869, fue publicado originalmente en el diario El Río de la Plata y llamaba la atención a las autoridades nacionales -era presidente Bartolomé Mitre- y a la prensa argentina, sobre la importancia de “velar por la integridad del territorio y los intereses argentinos” y sostenía que: “esos derechos no prescriben jamás”.
La época comprendida entre 1852 y 1872 fue de gran agitación política, atravesada por la sanción de la Constitución del ´53, la separación del Estado de Buenos Aires, la provisoria capital en Paraná, las dificultades económicas de los confederados y sus frecuentes combates con las fuerzas bonaerenses, deserciones militares, sobornos y rupturas, especialmente hasta la presidencia de Mitre, en 1862. En ese período, Hernández fue un defensor de la incorporación de Buenos Aires a la Confederación.
En 1872, Hernández volvió a Buenos Aires por una amnistía otorgada por Sarmiento, ya que había tenido que irse del país al haber sido derrotado él y sus gauchos en el intento de sofocar la rebelión del general Ricardo López Jordán. Ante la represión que esos hechos desataron, Hernández cerró su diario y se unió a las fuerzas del caudillo entrerriano.
En 1880 obtuvo la vicepresidencia de la Cámara de Diputados, y -con la asunción de Roca como Presidente de la Nación-, propulsó el proyecto de federalización de Buenos Aires.
En 1881 fue electo senador por la provincia de Buenos Aires y reelecto en 1885. En 1882 participó con Dardo Rocha de la fundación de la ciudad de La Plata. Luego fue senador provincial, miembro del Banco Hipotecario y el Consejo General de Educación.
José Hernández tuvo una existencia caracterizada por la lucha, en la que fue esencialmente un militante político, tanto desde su participación militar como desde la tribuna parlamentaria, el periodismo, la literatura o las diversas funciones públicas que se desempeñó durante su vida.
Escritor
José Hernández se valió también de la pluma para su militancia política; lo hizo tanto, con sus escritos periodísticos como literarios.
Se inició en el periodismo escribiendo artículos condenatorios contra el asesinato del caudillo riojano Vicente “Chacho” Peñaloza para el diario El Nacional Argentino. En 1863, esos escritos fueron publicados como libro bajo el título Rasgos biográficos del general Ángel Vicente Peñaloza, en el que narra la vida del caudillo riojano.
En 1869 fundó el diario El Río de la Plata, desde el que defendió a los gauchos y denunció los abusos cometidos por las autoridades de la campaña. Creó el diario El Eco de Corrientes, cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos. Colaboró además en los periódicos La Reforma Pacífica, órgano del Partido Reformista; El Argentino, de Paraná y La Patria, de Montevideo.
El 28 de noviembre de 1872 el diario La República anunció la aparición de El gaucho Martín Fierro (“Martín” en honor a Güemes) y lo publicó en un folleto junto a un artículo anteriormente aparecido en diarios de Buenos Aires y Rosario.
Hernández explica, en la carta a su amigo Zoilo Miguens que sirvió de prólogo a la primera edición de El gaucho Martín Fierro: “Quizá la empresa hubiera sido para mí más fácil y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ignorancia(…) Martín Fierro no va a la ciudad a referir lo que ha visto y admirado en un 25 de mayo u otra función semejante, sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de la vida de gaucho, y Ud. no desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se lo imaginarán”.
Hernández participó en la revista de sátira política Martín Fierro, en la que con tres años de anticipación se informó sobre la segunda parte de la obra. La vuelta de Martín Fierro, publicada en 1879 por la librería del Plata, se lanzó a la venta con una edición de 20 mil ejemplares que se vendieron hasta en las pulperías. En la segunda parte de la obra el personaje regresa a la civilización, se incorpora a la ley y se reencuentra con sus hijos, a quienes da una serie de consejos. El contexto sociopolítico y económico de esta segunda parte era otro. El gobierno mandaba a la frontera al ejército de línea. Los gauchos podían trabajar como peones rurales. Aquí Hernández proponía la obediencia y la obra tiene un final reconciliador.
Ambas partes conforman el extenso poema narrativo, obra maestra en su género; aunque no fue bienvenida por la crítica del momento, quizás porque aparecía escrita en códigos no utilizados por los sectores más urbanizados.
Cuando en 1881 el gobernador de Buenos Aires, Dardo Rocha, le encomendó la redacción de un manual sobre la práctica de los establecimientos ganaderos, Hernández escribió su último libro: Instrucción del estanciero, alque él mismo definió en su introducción como “esencial y exclusivamente criollo”, una especie de manual destinado a transmitir a los hombres de campo experiencias y conocimientos en materia rural a través de máximas y consejos.
Militar
En 1853 Hernández integró las fuerzas contra el coronel federal Hilario Lagos. Participó en la batalla de San Gregorio, donde los suyos fueron derrotados, mientras que en Santa Fe se sancionaba la Constitución Nacional. El debate de ideas en torno a la constitución de un país unificado era muy intenso.
En octubre de 1858 formó parte del ejército de la Confederación que venció a los porteños en las batalla de Cepeda (1859) y luego luchó a las órdenes de Urquiza, en la batalla de Pavón (1861), siendo derrotadas sus fuerzas por las de Bartolomé Mitre.
Participó en una de las últimas rebeliones federales, la de Ricardo López Jordán, contra el gobierno de Sarmiento: un desdichado movimiento cuyo primer intento de acción finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio del autor al Brasil. Hernández siguió siendo, por corto tiempo, asesor del general revolucionario pero luego se distanció de él.
Entre 1860 y 1870 se produjo un gran cambio en el contexto sociopolítico: en la batalla de Pavón (1861) las fuerzas de Buenos Aires derrotaron a las de la Confederación; el presidente Derqui declaró disuelto el gobierno de la Confederación Argentina y el gobernador de Corrientes Evaristo López, con quien colaboraba Hernández, fue derrocado en 1868 por una asonada de Mitre; en 1870 Urquiza fue asesinado y estalló la revolución de López Jordán. Miguel Navarro Viola, amigo de Hernández, le explica en una carta a Nicolás Calvo: “…se ha mudado tan bruscamente la escena que casi carecemos de puntos de referencia. Nuestros queridos y estudiados proyectos ya no podrán ser”. [Gramuglio, Teresa y Sarlo, Beatriz: “José Hernández”, en Historia de la literatura argentina, del Romanticismo al Naturalismo, CEAL, Bs. As., 1980. Tomo 2, pág. 6]
Después de la derrota de la insurrección jordanista y frente a la campaña por la sucesión presidencial de Sarmiento, se le presenta la opción a Hernández de abandonar la política o de reubicarse entre los que dirigían, desde Buenos Aires, al reciente y frágil Estado nacional.
De regreso a Buenos Aires, Hernández, se incorporó al autonomismo, junto al grupo de jóvenes que integraban Aristóbulo del Valle, Leandro Alem, Vicente López y Dardo Rocha.
El Partido Autonomista Nacional proponía que la capital federal fuera Buenos Aires. José y Rafael Hernández, Hipólito Yrigoyen, Lucio Mansilla, entre otros, acordaban con esta propuesta, convencidos de que la capital en Buenos Aires pondría fin a las diferencias entre porteños y provincianos.
Hernández, como miembro de ese grupo de intelectuales–políticos porteños se comprometió con los acontecimientos de su época: como político tomó las armas, desde el periodismo difundió sus ideas e hizo de la poesía una herramienta de denuncia social.