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Julio Cortázar
Julio Cortázar

Cuentista

En sus comienzos, cuando corría el año 1938, Julio Cortázar editó el poemario Presencia (librito de sonetos "muy mallarmeanos", dijo luego el escritor), bajo el seudónimo de Julio Denis, porque por su timidez le costaba mucho darse a conocer. Fue nada menos que Borges quien publicó en la  prestigiosa revista Sur, el primer cuento de Cortázar: “Casa tomada” (1946).

Si bien muchos de sus cuentos son autobiográficos (“Los venenos” o “La Señorita Cora”), en otros, plasmó sus aficiones: el jazz, en “El perseguidor y otros cuentos”, de 1967; el boxeo, en “Toritoy “Último round”.

Han dicho los críticos que su libro Bestiario “produce un efecto irreversible dentro de la cuentística argentina y latinoamericana: absorbe el habla porteña con intensidad y perspicacia inusitadas-; ‘escribir hablando’ lo calificó Cortázar - para componer sus textos según el principio del collage, representativo de la estética contemporánea. Equilibra la ambigüedad de la significación, como sólo tal vez Bianco y Silvina Ocampo lo hicieran antes, permitiendo así polivalentes lecturas, como en el famoso cuento ‘Casa tomada’ que puede ser leído de varios modos (…) El título refuerza dicha polisemia, en cuanto aproxima el volumen, por un lado, hacia los bestiarios medievales; por otro, hacia las indagaciones de la antropología cultural (…); en fin, porque transmite una sensación de enrarecimiento bestial que no es ajeno, creemos, a las modificaciones que estaban produciéndose en la convivencia interpersonal de los argentinos”.

“En Las armas secretas (1959), Final de juego (México 1956, edición completada con más cuentos en la argentina de 1964); Historias de cronopios y de famas (1962) -obra que desborda toda categoría genérica- Cortázar ensaya verosímiles reconstrucciones de la vida familiar de las clases medias suburbanas ("Cartas de mamá"); inventa extraños seres, afines con las prácticas literarias de la vanguardia surrealista, traza una parábola del artista en "El perseguidor", del cual dijo el propio Cortázar: “en ese cuento dejé de sentirme seguro. Abordé un problema de tipo existencial, de tipo humano, que luego se amplificó con Los premios y, sobre todo, en Rayuela”. [Eduardo Romano. “El cuento. 1930- 1959”, en: Historia de la literatura argentina, Tomo 4: Los proyectos de vanguardia, CEAL, Buenos Aires, 1968. Pág 286.]

 

Novelista

Más tarde, vinieron sus grandes novelas: Los premios (1960), 62/Modelo para armar (1968), Libro de Manuel (Premio Medicis, 1973); pero sin dudas fue Rayuela (1963) su mayor éxito editorial y parte del boom latinoamericano y al que él mismo llamó “mágica”. Según declaró en una carta a Manuel Antín en agosto de 1964, ese no iba a ser el nombre de su novela, sino Mandala: "De golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano"; y no se arrepintió por el cambio.

Rayuela es un “libro que asombró y sigue fascinando por su novedad absoluta, contranovela, exasperada denuncia de la vida humana reducida a mera costumbre y de la literatura refugiada en el esteticismo y el psicologismo (…) Texto que vuelve obligadamente cómplice al lector mediante una materia que parece en gestación continua, que rechaza el orden cerrado de la novela tradicional y busca una apertura: cortar de raíz toda construcción sistemática de caracteres y situaciones.” [En contratapa de la edición de Sudamericana, Buenos Aires, 1991.]

Cortázar también realizó traducciones; colaboró en muchas publicaciones en distintos países, grabó sus poemas y cuentos, escribió letras de tangos (con el Tata Cedrón) e incluso le puso textos a libros de fotografías (París- Ritmos de una ciudad, con fotos de Alecio de Andrade, 1981) y a otros de dibujos (Monsieur Lautrec, con dibujos de Hermenegildo Sabat, 1980).

Además de poesía, cuento, novela, teatro (Los reyes, 1949 y Adiós Robinson y otras piezas breves, 1995 póstuma) y prosa poética e historietas (“Fantomas contra los vampiros multinacionales”, cómic de 1975), Cortázar creó géneros: microrrelatos, “prosemas” y “meopas”, como solía llamarlos él.

Maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, comparable a Borges, Chéjov o Poe, Julio Cortázar rompió los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal, y es considerado uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo. Cortázar trascendió porque “implica un vuelco decisivo en nuestra narrativa, cuya presencia se hizo sentir a partir de la década del 60 entre los más jóvenes”. [Eduardo Romano en El cuento. 1930- 1959”, en Historia de la literatura argentina, Tomo 4: Los proyectos de vanguardia, CEAL, Buenos Aires, 1968. Pág 286.]

 

Hombre

Jules Florencio Cortázar nació el 26 de agosto de 1914 en Bélgica, distrito de Bruselas, entonces ocupada por los alemanes; fue el primer hijo de los argentinos Julio Cortázar y María Herminia Descotte.

A sus cuatro años, la familia volvió a Argentina y se radicó en Banfield, provincia de Buenos Aires, hasta los dieciséis años de Julio. El escritor vivía junto a su madre, una tía y Ofelia, su única hermana, un año menor. Allí cursó los estudios primarios en la Escuela N° 10, de la calle Pueyrredón 1840, cerca de su casa.

Fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, por lo que su madre se convirtió en la gran iniciadora de su camino lector. Gracias a ella conoció al escritor que admiraría, Julio Verne, a quien rindió homenaje en La vuelta al día en ochenta mundos, en 1967.

Maestro Normal, en 1932 y Profesor Normal en Letras, Julio estudió en la Universidad de Buenos Aires y abandonó por razones económicas. Dictó clases como maestro de primaria en Bolívar y luego en Chivilcoy.

En 1944, enseñó unos meses en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Fue empleado en la Cámara del Libro en Buenos Aires. Recibido de traductor público de inglés y francés en 1948, a partir de 1951 trabajó como traductor independiente de la Unesco, en París (tradujo a Chesterton, André Gide, Marguerite Yourcenar, cartas de Keats). Viviendo allí en condiciones económicas penosas y ya casado con la traductora argentina Aurora Bernárdez desde 1953, le surgió el ofrecimiento de traducir la obra completa, en prosa, de Edgar Allan Poe para la Universidad de Puerto Rico, considerada luego por los críticos como la mejor traducción de la obra de Poe.

En 1967, se separó y se unió a la joven lituana Ugné Karvelis, quien le inculcó la política, que ya nunca dejaría de interesarle.

En 1983, vuelta la democracia en Argentina, Cortázar hizo un último viaje a su patria, donde su público lo recibió con afecto y las autoridades le mostraron cierta indiferencia. Pese a su “r” afrancesada, Cortázar era argentino porque escribía en argentino. Y su obra decía demasiado de Argentina. Sin embargo, cuando llegó, no pudo sentirse en su tierra, se sintió extranjero, otra vez. Regresó a París y obtuvo la nacionalidad francesa.

Su segunda esposa y compañera de viajes Carol Dunlop, falleció en 1982, sumiendo a Julio en una profunda depresión. Él murió el 12 de febrero de 1984. Enterrados en la misma tumba de Montparnasse, París (hecha por sus amigos Julio Silva y Luis Tomasello) con un cronopio, es costumbre dejar allí un vaso de vino y un billete de metro con una rayuela dibujada.

Su primera esposa Aurora, lo acompañó durante su enfermedad. Actualmente ella es la única heredera de los derechos de su obra publicada.

 

Exiliado

En 1951 Cortázar emigró de Argentina y desde entonces viajó constantemente, trabajando como traductor independiente de la Unesco en París.

Cuando en 1967 conoció a la joven lituana Ugné Karvelis, rompió su vínculo con Bernárdez. Su nueva pareja le inculcó un gran interés por la política.

En 1963 había visitado Cuba, invitado por Casa de las Américas para ser jurado en un concurso. Ya nunca dejaría de interesarse por la política latinoamericana: “La revolución cubana me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho, el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política… los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura...” [En su ensayo La fascinación de las palabras, escrito en colaboración con Omar Prego. Muchnik. Editores, Barcelona, 1984.]

Pese a su amor por Cuba, en 1971 fue "excomulgado" por Fidel Castro por pedir información sobre el arresto del poeta Heberto Padilla. Igualmente, siguió de cerca la situación política de Latinoamérica y se solidarizó con el gobierno de Salvador Allende.

Cortázar destinó sus derechos de autor a la ayuda de los presos políticos en Argentina. Dedicado a examinar en particular las violaciones a los Derechos Humanos, en 1974, fue miembro del Tribunal Bertrand Russell II.

Su obra Nicaragua, tan violentamente dulce es el resultado experiencias de 1976: durante su viaje a Costa Rica, se encontró con Ernesto Cardenal, y emprendió un viaje clandestino plagado de peripecias hacia la localidad de Solentiname, en Nicaragua, que lo marcó para siempre.

Con su tercera pareja y segunda esposa, la fotógrafa canadiense Carol Dunlop, realizó numerosos viajes. Uno de ellos (“un juego de treinta y tres maravillosos días, una interminable fiesta de la vida”, como él lo definió)  plasmado en el libro Los autonautas de la cosmopista (que escribieron juntos en 1983) que cuenta el trayecto que hicieron por la autopista París-Marsella.

Con democracia en Argentina, Julio hizo en 1983, un último viaje a su patria, donde fue recibido cálidamente por sus admiradores en contraste con la indiferencia de las autoridades nacionales. Regresó a París y obtuvo la nacionalidad francesa.

Ni en los momentos más difíciles, Julio había dejado de escribir. En su Carta Abierta a la Patria, de 1955, expresaba: “Te quiero país tirado abajo del mar (…) tirado a la basura (…) país desnudo que sueña (…)  Te quiero sin esperanzas y sin perdón, sin vuelta y sin derecho, nada más que de lejos y amargado. Y de noche”.

Conservó intacta su ironía, hasta su último tiempo; su agudeza y su presencia provocativa, violenta, fruto de esa contextura física tan particular, con esos ojos casi independientes que siempre parecieron obra de algún pintor cubista.