Dirección General de Cultura y Educación

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El malón

 

Vida en la campaña

El malón

El malón es definido por los diccionarios como la 'irrupción o ataque inesperado de indios'. Pero en ese ataque no tenía lugar la improvisación; todo estaba planeado. Para la organización del mismo, las tribus ponían en marcha los siguientes pasos:

El parlamento: entre los pampas, araucanos y otras parcialidades, se trataba de una asamblea utilizada en situaciones especiales como por ejemplo visitas apreciadas o cuando se necesitaba discutir y tomar decisiones en torno a problemas técnicos, políticos o estratégicos concernientes a la comunidad.

Durante el parlamento, los miembros de la comunidad se sentaban formando una rueda y cada jefe pasaba al centro para presentar sus argumentos en torno de la cuestión tratada. Todos debían oír con atención las explicaciones que se daban, los interlocutores no podían interrumpirse; los oradores debían expresarse en un tono sereno, plantear las razones en forma de interrogantes, prolongar la vocal de la última sílaba expresando que su alocución finalizaba y cómo señal al próximo contendiente para que se aprestara a iniciar su disertación. Si bien las formas tenían enorme importancia y sólo sobresalía quien demostraba cualidades oratorias y actorales, también se ponía el acento en las razones y los argumentos que se exponían. El discurso constituía para estas parcialidades, la posibilidad de persuadir, convencer, planear, aclarar malos entendidos, lograr adeptos a un proyecto o descartarlo.

Servicios de inteligencia y preparativos: Una vez que el malón estaba decido, comenzaba a funcionar servicio de inteligencia que estaba compuesto por indígenas que, camuflados en los pajonales cercanos al sitio que iba a ser blanco del malón, pasaban días y días observando detenidamente todos los movimientos que allí se realizaban, analizando las vías de acceso al lugar (estado de los caminos, aguadas, pantanos) y tratando de memorizar la cantidad de ganado, cuál era el total de hombres y cuántos estaban dedicados a la vigilancia del fortín.

Indios mansos que vivían en las estancias y poblados cercanos al fortín, del que conocían su funcionamiento a la perfección, actuaban muchas veces como informantes completando los datos que harían posibilitarían llevar a cabo el malón.  Los pulperos, quienes se veían en el desafío constante de sobrevivir en la frontera, algunas veces actuaban como espías, pero eran espías muy especiales ya que brindaban información tanto a la indiada como a los ejércitos a cambio de su tranquilidad y de alguna compensación.  

También contaban con la ayuda de cristianos que habían llegado a las tolderías buscando paz y libertad... Sí, así era, no era fácil la vida en el mundo de los blancos.  Muchos huían porque los representantes de la ley los perseguían por robar ganado, herir o matar a alguien en una pelea; otros eran perseguidos políticos y los más porque a pesar de trabajar la tierra con rudeza muchas veces eran considerados ‘vagos’ y ‘malentretenidos’ y había leyes que decían que todo hombre así considerado, debía cumplir servicio militar en los fortines de la frontera. De esta manera, lo alejaban de sus familias y los condenaban a pasar todo tipo de privaciones, arriesgando gratuitamente su vida en la guerra contra el indio, porque era común que no recibieran ningún pago por este trabajo. 

Luego que el servicio de inteligencia realizara el reconocimiento del terreno y recopilara la información necesaria, los preparativos continuaban en las tolderías. Allí, se planificaba la estrategia a seguir y cuándo se produciría la acción. Enseguida afilaban los facones y las puntas de las lanzas,  verificaban el estado de las boleadoras, seleccionaban los caballos.

Invasión de indios, Palliere.

Ejecución del malón: Concluidos los preparativos, montaban en sus caballos en dirección a las cercanías del fortín, siguiendo cuidadosamente su plan. En el silencio del campo, se oía un ruido muy parecido al eco de los truenos, que se hacía cada vez más y más potente... era el del galope de los caballos sumado a los gritos de los indios, así se anunciaba la llegada del malón.

Al llegar, se enfrentaban con los pobladores y con los hombres del fortín. Incendiaban las casas y tomaban todo lo encontraban a su paso, comida, ropa, cautivos y fundamentalmente, el preciado ganado. Se retiraban velozmente y comenzaba la persecución. 

El regreso no era nada fácil, porque había que arrear gran cantidad de animales, cautivos y mercancías en medio de la persecución de los fortineros y los hombres de los poblados. 

En la guerra, los indios sacaban ventaja de su conocimiento del terreno y preparaban emboscadas, por ejemplo en las persecuciones los llevaban hacia pajonales a los que prendían fuego dejándolos cercados. También para mostrar su superioridad y provocar más temor, arreaban gran cantidad de caballos que vistos desde lejos, simulaban ser más combatientes que venían en su apoyo. 

Cuando llegaban a Guaminí y Carhué, una vez que habían logrado dejar atrás a los blancos, tomaban el camino que los conduciría a las tolderías. A lo lejos podían ver una señal de humo que convocaba a todos a dar la bienvenida a los guerreros. Al arribar, comenzaba el reparto de lo producido por el malón.

Luego de descansar, se dedicaban a poner en condiciones la hacienda para emprender el camino hacia Chile, donde venderían el ganado conseguido.

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