Tradicionalmente, se plantea que la llegada y el asentamiento de los españoles en América dejó como herencia la lengua española, la religión católica y el derecho romano. Esta mirada deja de lado otros legados como la concepción del tiempo y el espacio, y la construcción del Otro.
La vida de las sociedades se desarrolla en el tiempo en el que se producen los acontecimientos y los modos de pensar que forman la historia del mundo. De ahí que las sociedades, desde su origen, hayan tratado de manejar el tiempo a través de calendarios, relojes, periodizaciones.
Sociedades como la nahuatl concebían un momento de comienzo absoluto; el momento en que los dioses conjuraron el caos y tuvo lugar la organización del cosmos. Era un tiempo original y sagrado en que todo existía por primera vez. Era un tiempo perfecto en que el cosmos estaba cargado de toda su fuerza vital, pero era inmediatamente atacado por el transcurrir del tiempo que traía aparejado el desgaste y el deterioro cósmicos. Periódicamente, catástrofes cósmicas pondrían fin al orden creado. Es decir, estaba presente la idea de una creación y una destrucción cíclicas del cosmos, ajenas al acontecer temporal profano de los hombres.
Cada vez que el calendario marcaba el término de un ciclo, se realizaba el ritual de la fiesta del Fuego Nuevo, ceremonia para conjurar los efectos desgastadores del paso del tiempo y que permitía regresar al momento primigenio de la creación y recuperar una vitalidad plena. La fiesta del Fuego Nuevo introducía el tiempo perfecto y su renovación cíclica en el tiempo de los hombres, ya que la ceremonia era realizada por toda la población como una forma de una restauración colectiva del acto original que le dio fundamento a la creación.
La idea de un tiempo primordial perfecto establecía una relación entre pasado, presente y futuro, extraña a la concepción histórica occidental moderna. Según esta teoría, no hay diferencia entre pasado, presente y futuro, pues esas categorías temporales formaban un solo bloque, una secuencia ininterrumpida del acto creador.
La concepción de un tiempo cíclico dio paso a una mirada pesimista y optimista del destino cósmico y humano. Pesimista porque suponía que todo lo creado tendría un fin, pero particularmente, porque el fin sería súbito, catastrófico y total. Y optimista porque a la aniquilación del mundo le seguiría una nueva creación que implicaba una destrucción radical del mundo antiguo. Estos tiempos determinan y rigen toda actividad. Por ellos se norman las labores agrícolas, los cielos de fiestas, la vida entera.
Después de la conquista, estas ideas renacieron con fuerza bajo formas mesiánicas y apocalípticas, mezclándose con el pensamiento europeo y el cristiano.
La concepción de tiempo que los europeos trajeron se encontraba en consonancia con el cristianismo, que negaba la posibilidad de un tiempo cíclico.
La pasión, muerte y resurrección de Jesucristo son hechos únicos, irrepetibles, que dan sentido a la existencia humana. El tiempo tiene origen en la creación, cuando nada existía (ex nihilo);está orientado hacia el futuro y finalizará en la parusía -segunda venida de Cristo en la que efectuará el juicio final-. En la concepción cristiana, existe el tiempo del mundo terrenal, creado y el tiempo de Dios, la eternidad.
Este pensamiento llevó a sostener una concepción lineal y orientada del tiempo, en la base de los conceptos de progreso y de evolución,puesto que los acontecimientos suceden según un orden que va del pasado al futuro.
En el siglo XVII, Europa gozaba del esplendor alcanzado a través de la expansión ultramarina y del incremento de los intercambios. En este contexto, Cristóbal Cellarius (1638-1707), historiador alemán y profesor de Retórica e Historia en la Universidad de Halle creó la división clásica de las Edades de la Historia: Antigua, Media y Moderna, teniendo como parámetros al mundo clásico y al renacimiento como pilares y dejando de lado civilizaciones como las de Oriente. Luego de la Revolución Francesa, se agregó la Edad Contemporánea. El concepto de Prehistoria apareció recién en el siglo XIX debido a la influencia que mantuvieron las sagradas Escrituras que afirmaban que las huellas de los primeros hombres se habían destruido con el Diluvio. Los europeos llevaron su concepción de la Historia a cada lugar al que fueron y la mostraron como la periodización de la Historia Universal.
Lo cierto es que los procesos históricos no afectan a todos los pueblos y regiones del mundo al mismo tiempo y de la misma manera. Es por ello que, el acontecer humano americano no puede subordinarse ni a la periodización de la prehistoria europea ni a sus edades de la historia. La ocupación y colonización europea sólo marcó la finalización del desarrollo independiente de las poblaciones nativas, pero no su desaparición. El contacto entre estas culturas dará como resultado realidades socioculturales nuevas, adaptadas a medios diferentes, presentando sus propias particularidades.
El antropólogo argentino, Ciro René Lafón desarrolló una periodización para ordenar cronológicamente las unidades significativas del acontecer humano en América. Planteó la disposición de los períodos en forma simétrica a los de la periodización europea y la dividió en períodos: Inicial, Dominación e Independiente. A la vez, estas unidades temporales están divididas en una serie de subperíodos. Los hechos que separan a un período de otro responden a acontecimientos de significación continental como la llegada de los primeros inmigrantes, el contacto con los españoles, la declaración de la independencia y el nacimiento de los Estados americanos.
La periodización de Lafón no ha sido muy difundida. La concepción eurocéntrica de la Historia continúa imperando como si fuera única. No se trata de descartar esta mirada. Sólo hay que tener presente que no representa a la Historia Universal y que sólo se reduce a la Historia de Europa y de los pueblos de la cuenca mediterránea que mantuvieron contacto con ella.
Por otra parte, no hay que perder de vista que "periodizar" significa colocar en orden de sucesión cronológica, ciertos acontecimientos humanos que se desarrollaron en un espacio determinado teniendo en cuenta que poseen ciertos rasgos comunes entre sí, como para hacerlos cualitativamente distintos a otros periodos. Esa actividad se realiza con una finalidad operativa, que busca lograr una mejor interpretación y análisis de aquello que se pretende estudiar. Es decir que, es el historiador, el docente, el estudiante, el que organiza los períodos y elige qué acontecimiento tomará como inicio y cuál como finalización de cada etapa. Las fechas límites pueden variar de acuerdo al historiador, docente, estudiante que las establezca. No se debe perder de vista que las periodizaciones son convencionales.