Dirección General de Cultura y Educación

Inkas


Mapa de 1600 (aprox.) confeccionado por un viajero español que representa la región de Tucumán. Incluye datos del aspecto físico de la zona, el nombre de las ciudades fundadas por los conquistadores y la ubicación de los pueblos originarios. Cuando Diego de Almagro llegó a los valles calchaquíes en 1536, se encontró con los pueblos conocidos como diaguitas, nombre que se les dio a principios del siglo XX.

A partir de los datos aportados por los cronistas y las investigaciones arqueológicas realizadas, los pueblos diaguitas se ubicaron en la zona del actual noroeste argentino, en medio de sus valles y quebradas.

Las primeras crónicas dieron el nombre de calchaquíes a los habitantes de la región del mismo nombre y también al resto de las comunidades desarrolladas en el Área. En realidad, los calchaquíes eran diaguitas, cultura a la que pertenecían un conjunto de parcialidades como los pulares, luracataos, chicoanas, tolombones, yocaviles, quilmes, tafis y hualfines. La unidad de estos pueblos radicaba en el uso de una lengua común, llamada kakán.


Los diaguitas fueron muy hábiles en la fabricación de objetos de cerámica a los que pintaron con vivos colores y decoraron con distintos diseños. Alrededor de 1470, el Inka Tupac Yupanqui envió su ejército a conquistar los territorios ocupados por los diaguitas. Estas comunidades fueron sometidas por los inkas y pasaron a formar parte de su extenso imperio, siendo obligados a enviar tributos al inka.

Fueron sedentarios. Se dedicaron al trabajo agrícola, a la  crianza de animales, a la alfarería y a la metalurgia.
Vivieron agrupados en aldeas. Construyeron sus viviendas con paredes de palos alineados uno al lado de otro y con techo de paja; pero al entrar en contado con los inkas, fabricaron paredes de piedras apiladas, techos con tirantes de palos y cubiertos con paja. Las casas tenían aberturas de puertas y ventanas, pero no estaban cubiertas.

El Qhapaq ñan o Inka ñan  o Camino del Inca, vinculaba las diferentes poblaciones y geografías del imperio incaico, que alcanzó una extensión de 23.000 km. Representó además, la presencia del poder y de la autoridad indiscutible del Inca. Para desarrollar la agricultura utilizaban terrazas de cultivo e irrigaban sus tierras por medio de canales de regadío. Utilizaron excremento de animales para abonar la tierra y lograr mejores cultivos. También rotaron los cultivos para que la tierra no se agotara. Sembraban gran variedad de productos: maíz, porotos, zapallo, papas, ajíes, quínoa.

Cultivaron algodón, producto necesario para la vestimenta y otros artículos que fabricaban los diaguitas. Recolectaban los frutos silvestres del algarrobo, chañar y del cactus. Comían carne salada y secada al sol (charque) y también preparaban harinas moliendo los granos y los frutos en morteros de piedra. Fabricaban chicha (alcohol) de molle y de algarrobo.

Criaban llamas y alpacas que utilizaban como medio de transporte y cazaban guanacos y vicuñas, de los que utilizaban ademÁs de la carne como alimento, la lana para el tejido de prendas de vestir y de mantas. Cazaban aves y animales menores -roedores y chinchillas- que completaban su dieta. Tuvieron una economía excedentaria. En silos guardaban maíz, tubérculos deshidratados, ají, zapallo deshidratado; situación que les permitió acumular víveres para los tiempos difíciles o las malas cosechas y también para efectuar intercambios comerciales con los pueblos vecinos a través del trueque. Para realizar estos intercambios, utilizaban el llamado Camino del Inca.

Para vestirse usaban prendas confeccionadas con algodón y la lana de llama. Se adornaban con collares y adornos de piedra de malaquita y de conchas, de colores negros, rojos y blancos. El tipo de vestimenta servía para expresar la condición social (status) del individuo en la sociedad.

Estatuilla masculina de oro que formaba parte del ajuar funerario de un niño. Los diaguitas vivían concentrados en pequeñas aldeas. Se podía advertir una relación entre la organización del espacio territorial y el control político, que estaba a cargo de un jefe. Su actividad era distribuir la tierra, organizar el trabajo comunitario, guardar el excedente de producción y construir defensas para el territorio. El cargo de jefe era adquirido por herencia o por elección. Gozaban de ciertos privilegios: su vivienda y vestuario era diferente al del resto de los habitantes; se les daba un saludo especial; se consultaba su opinión y también tenían privilegios económicos (mayor número de animales y mÁs tierras que los demÁs, por otra parte, el resto de la población prestaba servicios periódicos para atender sus necesidades). Para tomar decisiones importantes se reunían en asamblea todos los hombres que estaban en condiciones de tomar las armas.

En tiempos de guerra, usaban arcos y flechas, lanzas largas, macanas, hondas, dardos arrojadizos, galgas -rocas grandes que echaban a rodar desde lo alto de los cerros- y ollas con fuego en su interior. Utilizaban cueros de animales como petos y escudos.
La influencia de la civilización inca se hizo sentir en el desarrollo de la actividad textil, alfarera y en la orfebrería.

Aríbalo o urpiu, vasija para el traslado de líquidos. Durante las ceremonias, estos recipientes contenían chicha. Con lana de llama, alpaca y con algodón fabricaban su vestuario que consistía en una túnica y, por encima de ella, se cubrían con un poncho y usaban un gorro de lana. La ropa era de colores variadísimos, verdes, amarillos, rojos, azules, que lograban tiñendo la materia prima con pigmentos naturales y brindaban una impactante impresión estética.

La actividad alfarera los proveyó de artículos domésticos: tasas, cÁntaros, vasos, ollas, botellas. Pero ademÁs, se elaboraron artefactos de carÁcter suntuario, destinados a la ornamentación, generalmente figuras humanas, geogrÁficas y de animales. La alfarería doméstica era de color terroso, gris casi negro.

La alfarería ornamental era, generalmente, pulida y pintada con diseños geométricos y dibujos antropo y zoomórficos.

Conocieron el oro, la plata, el cobre, el bronce y las piedras semi-preciosas. Esos elementos fueron utilizados para confeccionar artículos domésticos y suntuarios como collares, aros y brazaletes. Practicaban la fundición, laminado y aleación de los metales.

Para el desarrollo de estos trabajos, los diaguitas usaban una enorme variedad de herramientas fabricadas en cobre (pinzas, cinceles, espÁtulas) y en hueso (cucharas, puñales, agujas, roldanas, entre otros).

El dios principal de los diaguitas era el sol. Tenían sacerdotes llamados chamanes, que vivían en la aldea en una especie de santuario. Los sacerdotes también manejaban la medicina y elaboraban remedios en base a raíces, hojas y fluidos naturales. Creían en la inmortalidad del alma. Esta creencia se asociaba con una serie de ceremonias: entierro del difunto en cierta posición (fetal, por ejemplo); ajuar funerario; entierro en pequeñas habitaciones hechas de piedra o dentro de grandes urnas de cerÁmica.

Los integrantes de esta parcialidad murieron en los conflictos con los Inkas y, luego con los españoles; se contagiaron de las enfermedades que traían desde Europa. Se mestizaron con aquellos pueblos con los que entraron en contacto.


Los cronistas españoles aludieron a la belicosidad de los diaguitas y dieron cuenta de la feroz resistencia que opusieron a la dominación hispÁnica. La tenacidad de algunos de sus jefes transformó su nombre en leyenda: por ejemplo, don Juan de Calchaquí y Juan Chalemín, entre otros. Gregorio Funes, deÁn de la Iglesia Matriz de Córdoba, quien participó de la Asamblea General Constituyente, en 1813 y fue electo diputado por Córdoba ante el Congreso de TucumÁn en 1816, redactó la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y TucumÁn, que abarcó desde la época de la conquista hasta la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia. Lo invitamos a leer la descripción que hizo acerca de las luchas de los diaguitas contra los españoles.

Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y TucumÁn