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Espíritu de 1776, cuadro de Archibald Willard que simboliza la independencia de EE.UU.  Los principios filosóficos y políticos que elaboraron iluministas como Montesquieu (división de poderes) y Rousseau (soberanía popular) no se circunscribieron a los límites del territorio francés, sino que, extendidos por Europa, llegaron más allá del Atlántico y penetraron las colonias inglesas de la costa oriental norteamericana. Y fue allí donde por primera vez, esos ideales de igualdad, libertad y tolerancia dieron origen a un tipo de Estado como nunca se había conocido.

En las colonias británicas no existían las grandes diferencias sociales que en Europa, porque mientras que en el continente europeo la distancia entre un banquero y un trabajador era enorme, en las colonias americanas, comerciantes y agricultores tenían todos una posición social semejante; fue posible la creación de un Estado democrático.

Las trece colonias inglesas en Norteamérica habían alcanzado a comienzos del siglo XVIII una gran prosperidad económica, lo que contribuyó a crear entre los colonos un sentimiento de unidad nacional, ya que comenzaron a ver a la metrópoli como explotadora, ya que el gobierno inglés no les proporcionaba ningún beneficio tangible.

Fueron precisamente las riquezas de las colonias las que desencadenaron el conflicto. A partir de 1767, Inglaterra aumentó los impuestos sobre sus colonos en América. Pero éstos, alegando que carecían de representantes en el Parlamento de Londres, se negaron a pagar. Así, durante varios años, hubo un permanente forcejeo con el gobierno metropolitano.

En 1773, ante la actitud de una creciente resistencia de los americanos, el gobierno de Londres los declaró rebeldes y envió tropas para someterlos. Los colonos respondieron creando una milicia, y el conflicto se transformó en una guerra revolucionaria.

Tres años después, representantes de las colonias, reunidos en Filadelfia, redactaron la Declaración de Independencia, en la que se recogían los principios fundamentales de la filosofía ilustrada: todos los hombres han nacido iguales y son portadores de derechos inalienables, como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; tiene derecho a derrocar al gobierno si éste se opone a tales fines. La Constitución de 1887 establecía la soberanía popular, división de poderes y la organización federal de gobierno (representativa, republicana y confederal). Fundaban así, un Estado regido por la razón y la libertad y no por la legitimidad de derecho divino y los privilegios tradicionales.

Toussaint-Louverture, uno de los líderes de la independencia haitiana.   El impacto de la Independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa repercutió en la colonia francesa de Haití, donde los esclavos de las plantaciones se sublevaron contra sus amos, logrando la abolición de la esclavitud, en 1794. Luego que España cediera a Francia el territorio de Santo Domingo, el ex esclavo Pedro Toussaint-Louverture se hizo gobernador general en 1801, sin declarar la independencia del país.

Ante esta situación, Napoleón Bonaparte envió una fuerte expedición a Haití al mando de su cuñado, para restaurar el antiguo régimen. A pesar de la tenaz resistencia, los jefes negros tuvieron que capitular con los franceses. Toussaint-Louverture fue hecho prisionero y murió encarcelado en Francia, en 1803.

La guerra se reinició con el liderazgo de Juan Jacobo Dessalines quien junto a las fuerzas revolucionarias, venció al ejército francés a finales de 1803. El 1 de enero de 1804, fue proclamada la independencia de Haití. Nació así, la primera república negra del continente americano.

En las colonias hispanas, las reformas borbónicas trataron de generar un mayor control económico e institucional de los territorios americanos, tan distantes de la metrópoli. En el siglo XVIII, se crearon dos nuevos virreinatos: el de Río de la Plata y el de Nueva Granada y se fundó la Comandancia General de las Provincias Internas de la Nueva España. Cada una de esas entidades estaría dividida en intendencias. Se trató de tener una presencia más cercana a los súbditos americanos para que sintieran un mayor control, interés que chocó con el creciente deseo de autonomía de la burguesía criolla.

Los reglamentos de comercio de 1765 y 1778 estuvieron orientados a ampliar un “comercio libre y protegido” entre España y América, como forma de reducir el comercio ilegal favorecido por el estricto monopolio comercial. Esta decisión trajo como consecuencia la desprotección de las producciones americanas y el surgimiento y fortalecimiento de un sector de comerciantes profesionales que actuaron como intermediarios entre los productores y la metrópoli. Este sector, que aumentó grandemente su poder económico, buscó acompañarlo de una mayor presencia política. Especialmente significativo resulta este proceso en lugares como Venezuela, Chile y el Río de la Plata. Y será precisamente en estos territorios en los que surgirán los primeros intentos revolucionarios.

Retrato de Francisco Miranda por Lewis B. Adams, 1844.  A fines del siglo XVIII, habían tenido lugar frecuentes movimientos insurreccionales que generaban inestabilidad en las colonias hispanas. Esos movimientos de origen indígena o criollo -Tupac Amaru, en Perú (1780); los comuneros, en Nueva Granada (1780)- no buscaban subvertir el orden establecido, sino modificar su condición social y económica. La expedición libertadora a Venezuela organizada por Francisco Miranda en 1806, puede considerarse como el más importante movimiento precursor del proceso independentista.

A pesar de que estaban prohibidos, los libros vinculados a ideas contrarias al Antiguo Régimen llegaban a América de contrabando y pudieron ser leídos por aquellos hombres que cursaban sus estudios superiores en las universidades hispanoamericanas. Si bien la Ilustración no fue causa directa de la Independencia, sus ideas fueron de utilidad para que sus líderes elaboraran argumentos que justificaran la defensa y legitimidad de sus acciones durante las distintas etapas del proceso revolucionario.

Las condiciones para el inicio de ese proceso estaban dadas, sólo hacía falta una coyuntura favorable que permitiera a los criollos tomar la iniciativa. Esa coyuntura será dada por la crisis de la monarquía española, que empezó con el motín de Aranjuez, en marzo de 1808 y culminó dos meses después con las abdicaciones de la familia real, en Bayona y el acceso al trono de José Bonaparte. El rechazo del nuevo rey y la explosión de la lealtad al cautivo Fernando VII fueron, salvo contadas excepciones, generales en la metrópoli y sus colonias. En España, este rechazo llevó a la constitución de poderes nuevos, las juntas de defensa y de gobierno, que asumieron el poder en nombre del rey ausente y de los derechos de la nación. Las colonias hispanoamericanas seguirían un camino similar.

Fuga de la Corte Portuguesa hacia el Brasil. 1808.  El Brasil, colonia portuguesa en América, recibió en 1808 a la corte portuguesa a consecuencia de la invasión de los territorios metropolitanos por parte de los ejércitos de Napoleón. La corte permaneció en Brasil hasta 1821, lo que produjo notables cambios en los modos de organización de esa colonia, convertida en “metrópoli” a partir de 1815, al designársela Sede del Reino Unido de Brasil, Portugal y Algarves (territorios del reino en África).

Entre las medidas adoptadas en ese período se puede mencionar: la sanción de la Carta Regia (1809) que abría los puertos de todo el país a las embarcaciones con bandera de los países aliados, se abolía el monopolio comercial; se creó un Consejo de Estado, en Río de Janeiro y de la Suprema Corte de Justicia; se fundaron bancos y la biblioteca real; se crearon facultades de derecho y de medicina y una academia militar; se introdujo la imprenta y se publicó un periódico. Estos hechos revalorizaron el papel de la aristocracia local y condujeron, de forma irreversible, a la emancipación.

Proclama fechada en Coro a 2 de agosto de 1806.




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