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La misión Thompson


A partir de los acontecimientos europeos desatados a partir de la Restauración, el gobierno de los Estados Unidos tomó distancia del proceso independentista desatado en Hispanoamérica.

Si bien hasta el momento no había existido un apoyo explícito, habían enviado a Buenos Aires a Joel Robert Poinsett como agente encargado de ampliar el comercio con el Río de la Plata ganando el espacio que hasta ese entonces, monopolizaba Gran Bretaña e incluso, aunque el cónsul Thomas Lloyd Halsey –que mantuvo buenas relaciones con el Director Supremo Alvear- recomendó desde Buenos Aires, sobre lo provechoso que sería activar el comercio con estos territorios apoyando su causa independentista, el secretario James Monroe desestimó esta oferta y decidió que era mejor no inmiscuirse en esas cuestiones. Los planes estadounidenses de expansión territorial –a expensas de las posesiones europeas en América- agudizaron la neutralidad del presidente Madison.

El gobierno del Río de Plata había enviado distintas misiones a Europa, buscando sobre todo, que la administración británica actuara como mediadora entre los contendientes. A pesar de la situación ventajosa en que quedaba el gobierno británico –teniendo la posibilidad de concretar sus intereses económicos-, los cambios producidos en Europa a partir de la Restauración y la constitución de la Santa y de la Cuádruple Alianza, hicieron que declinara esa posición.

Una vez establecida -en el Estatuto de 1815- la reunión de un Congreso General, la declaración de la independencia de las Provincias Unidas ya estaba resuelta. El Director Supremo Álvarez Thomas, persuadido de no poder obtener el apoyo de Gran Bretaña, decidió gestionar la ayuda del gobierno de los Estados Unidos. Para ello, envió en misión especial, al coronel Martín Jacobo Thompson.

El Director Supremo le extendió una credencial para presentarse ante el presidente Madison:

CREDENCIAL DE MARTIN J. THOMPSON COMO DIPUTADO

16 de Enero de 1816

El Supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por cuanto es el deber á intereses de estas provincias manifestar a nuestros hermanos de los Estados Unidos de Norte América los sentimientos de aprecio y fraternidad que les profesamos y estrechar nuestras relaciones por factores expresos y sublimes de recíproca conciencia con el fin de obrar unidos por principios acordes y un sistema coordinado de política y para consultar la absoluta emancipación del nuevo mundo su prosperidad y engrandecimiento y habiendo cesado los obstáculos que hasta el presente ha dilatado este paso he determinado enbiar cerca de la muy H. persona del Exmo Sr Presidente de los dichos Estados Unidos de Norte América en clase de Diputado al Teniente Coronel Dn. Martín Thompson para que con arreglo a las instrucciones que lleva por separado obre, gestione, represente y dé todos los pasos convenientes al objeto de su misión. Por tanto ruego al m. Honorable Señor Presidente y demás autoridades de los Estados Unidos de Norte América se sirvan admitir en clase de Diputado y agente de estas provincias del Rio de la Plata al referido Teniente Coronel Thompson, dándole en virtud de las presentes letras toda la fé y dispensándole y haciéndole dispensar todas aquellas concideraciones que en igual caso damos y dispensamos al Consul de los mencionados Estados Unidos de Norte América y que daríamos y dispensariamos en proporcion a cualquier de vuestros representantes mas autorizado y considerado. - Y a los efectos expresados, mandamos expedir el presente despacho firmado de nuestra mano, sellado con las armas del Estado y refrendado por nuestra Secretaría en esta Fortaleza de la Capital de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. - a 16 de Enero de 1816.

Ignacio Álvarez

En González Lonzieme, Enrique. Martín Jacobo Thompson. Ensayo para la biografía de un marino criollo. Buenos Aires, Comando en Jefe de la Armada, 1969, p. 213.

En las instrucciones entregadas a Thompson el 16 de enero de 1816, se estableció que la misión era secreta y debía mantenerse en la mayor reserva.

Al reunirse con el presidente de los Estados Unidos, debía comentarle cuál era la situación por la que estaban atravesando las Provincias Unidas y le solicitaría estrechar relaciones con aquel gobierno a través de la firma de pactos.

También le pediría toda la ayuda que pudiera dar con el compromiso de retribuirlos con grandes ventajas en favor del comercio de aquel país. Asimismo, le solicitaría dos fragatas y hombres -oficiales estadounidenses o franceses-, y la autorización para comprar elementos para la guerra que serían pagados en efectivo.

Finalmente, instaría al presidente Madison a tomar parte a favor de la causa revolucionaria y accionando para neutralizar las intensiones de reconquista de las potencias Europeas, especialmente España.

Thompson desembarcó en Nueva York en mayo de 1816 y según argumentó, por razones de salud no llegó a Washington hasta el mes de agosto. Es decir, cuando la independencia ya había sido declarada. Para colmo, el presidente Madison se encontraba de vacaciones y no regresaría hasta el mes de octubre.

Thompson volvió a Nueva York y en lugar de esperar la reunión con el mandatario estadounidense, inició tratativas para la compra de armamento y la contratación de hombres de armas sin su autorización. Así lo confirma una nota enviada al Director Supremo en agosto de 1816:

Ecmo. Señor

Tengo el honor de informar a V. E. que el que debe poner en las superiores manos de V. E. este despacho es la respetable persona del Barón Bellina Skupieski oriundo de Polonia y Coronel de uno de los Regimientos de Lanceros de la Guardia Imperial en Francia, a quien he contratado en New York con fecha 16 de Julio é igualmente varios oficiales' de caballeria de grado inferior para que pasen a esa Ciudad a la superior disposición de V. E.
El pasaje debe ser ahí satisfecho, de lo contrario se hace imposible la remision de oficiales extranjeros y particularmente franceses que con la emigración se deja conocer facilmente que su situación debe ser muy escasa y de consiguiente imposibilitados de poderse costear por si mismos.
Yo quedo en la agradable confianza de la aprobación de V. E. sobre esta disposición con presencia del espíritu del Capítulo 6 de mis instrucciones; pues solo esto es practicable por el medio que he adoptado.
Asimismo me prometo que serán recibidos perfectamente y colocados. Esta conducta no pudiendo ser ignorada facilitará mas remesas de oficiales y entre ellos pueda acaso asegurar que algunos de alto rango.
Celebraría que al dicho Coronel se le destinase cierta cantidad de Reclutas facilitándole todos los medios que solicitase con más los oficiales subalternos de caballería que conduce; estoy cierto que muy breve dará una idea que complacerá a todos.
Concluyo este despacho asegurando a V. E. que el Mariscal Grouchy que habita en esta ciudad me ha dado los informes más favorables del expresado Coronel Bellina.

Dios guarde a V. E

Filadelfia, Agosto 23 de 1816

Martin Thompson

Exco Sr. Director de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
En González Lonzieme, Enrique. Martín Jacobo Thompson. Ensayo para la biografía de un marino criollo. Buenos Aires, Comando en Jefe de la Armada, 1969, p. 213

Cuando el gobierno estadounidense y el Directorio tomaron conocimiento del accionar inconsulto del emisario Thomas, hubo un profundo disgusto a punto tal de dar por concluida la misión.

Aunque ya se había declarado la independencia, el gobierno estadounidense no modificó su posición neutral y tampoco creyó propicio el momento para reconocerla ya que las fuerzas patriotas habían sido derrotadas en varios puntos del continente y consideraban que el Río de la Plata podía correr la misma suerte.

De todos modos, un grupo de capitalistas de Estados Unidos creyó que el Río de la Plata podía ser un buen campo de inversiones y que la causa merecía ayuda. Fue enviado como representante el coronel Devereux para proponer al Congreso de Tucumán un préstamo en efectivo de dos millones de pesos que se devolvería en un plazo de diez años, con un interés el 9 %, una vez concluida la guerra de independencia. Se trataba de capitales privados y aunque todo estaba dispuesto para concretar la operación, se necesitaba la aprobación del presidente Madison. Pero la respuesta se dilató hasta que todo quedó en la nada. Continuaba siendo conveniente a los intereses estadounidenses mantener la neutralidad.

Propuestas monárquicas

La forma monárquica como solución política en la época del Congreso de Tucumán obedecía a la situación externa e interna en la que se encontraban las Provincias Unidas. En el ámbito externo, el triunfo de la Santa Alianza, en Europa, dotó de nuevos bríos a las monarquías que trataron recuperar “la paz y el orden” que las huestes napoleónicas habían corrompido.

Esta situación repercutió en América y ante la situación que atravesaba la guerra de independencia, algunos hombres pensaron que si se imitaba la forma de gobierno europea, los gobernantes de esas potencias mirarían con simpatía el proceso de independencia americano.

Muchos de los revolucionarios, influenciados por las ideas iluministas, también abogaron por la solución monárquica.

Además, posiblemente, se pensaba en la solución monárquica como forma de no alejarse demasiado de las costumbres y mentalidad generadas por la dominación colonial. Los resabios de esas tradiciones políticas seguían presentes en las Provincias Unidas.

Por otra parte, la política económica de la revolución generó una situación desigual entre las provincias que tenían acceso directo a los mercados de exportación –como Buenos Aires- y aquellas que estaban alejadas de los mismos y que ya no gozaban del proteccionismo virreinal. Eso explicaría la simpatía con la que muchas provincias verían a la monarquía identificándola con las medidas protectoras de la economía.

Tal vez, se la veía como la única forma de gobierno que posibilitaría dotar de unidad a los territorios que formaron parte del Virreinato del Río de la Plata y que, iniciado el proceso independentista se fragmentaron y enfrentaron entre sí. A través de ella, se lograría que el puerto de Buenos Aires y su aduana estuvieran al servicio de la nación.

En este contexto, hay que enmarcar las propuestas de San Martín, Belgrano y otros para la instalación de una monarquía en las Provincias Unidas.

José de San Martín, en carta enviada a Godoy Cruz el 24 de mayo de 1816, enumeraba los motivos que justificaban la implantación del sistema monárquico:

 

“[...] 1º) [...] los americanos o Provincias Unidas no han tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando de fierro español y pertenecer a una Nación; 2º) [...] ¿podremos constituirnos en República sin la oposición formal del Brasil (pues a la verdad no es muy buena vecina para un país monárquico), sin artes, ciencias, agricultura, población y con una extensión de territorio que con más propiedad pueden llamarse desiertos?; 3º) [...] por la maldita educación recibida no repugna a mucha gente de los patriotas un sistema de gobierno puramente popular, persuadiéndose tiene éste una tendencia a destruir nuestra religión?; 4º) [...] en el fermento horrendo de pasiones existentes, choque de partidos indestructibles y mezquinas rivalidades, no solamente provinciales, sino de pueblo a pueblo podemos constituirnos en nación?; 5º) [...] si los medios violentos a que es preciso recurrir para salvarnos tendrán o no los resultados que se proponen los buenos americanos, y si podrán o no realizar, contrastando el egoísmo de los pudientes? [...]”.

En Pérez Guilhou, Dardo. Las ideas monárquicas en el Congreso de Tucumán. Buenos Aires: Depalma, 1966, p. 82-83.

 

Así exponía su postura respecto de la instauración de una monarquía. Se trataba de un sistema que permitiría afianzar la independencia, terminar con las rivalidades internas e imponer el orden. Anticipaba que de dársele otro tinte al gobierno del Río de la Plata, no se contaría con el apoyo de los grupos económicos dominantes, indispensables para poder hacer prosperar la causa de la independencia.

A comienzos del mes de julio de 1816, los miembros del Congreso de Tucumán convocaron al general Manuel Belgrano para expusiera acerca la situación que se vivía en Europa, las ideas políticas que circulaban y la opinión que se habían formado respecto de los acontecimientos americanos. Belgrano había adquirido conocimientos a partir de la misión que le encomendara el Director Álvarez Thomas en 1814 y que realizara junto a Bernardino Rivadavia. Los diputados le pedían también que expresara cuál sería la forma de gobierno más conveniente para las Provincias Unidas. Contestando a las preguntas que le hicieron varios Diputados, Belgrano respondió:

Fragmento de la Sesión Secreta del 6 de julio de 1816

 

“[...] Primero: que aunque la revolución de América sus principios por la marcha majestuosa con que empezó había merecido un alto concepto entre los poderes de Europa, su declinación en el desorden y anarquía continuada por tan dilatado tiempo había servido de obstáculo a la protección que sin ella se había logrado de dichos poderes, deciéndonos en el dia estar reducidos a nuestras propias fuerzas.

Segundo: que había acaecido una mutuación completa de ideas en la Europa en lo respectivo a forma de gobierno; que como el espíritu general de las naciones en años anteriores era republicano todo, en el día se trataba de monarquizarlo todo; que la nación inglesa con el grandor y majestad a que se ha elevado, no por sus armas y riquezas, sino por una constitución de monarquía temperada, había estimulado las demás a seguir su ejemplo; que la Francia la había adoptado; que el rey de Prusia, por sí mismo y estando en el goce de un poder despótico, había hecho una revolución en su reino y sujetándose a bases constitucionales iguales a la de la nación inglesa, y que esto mismo habían practicado otras naciones.

Tercero: que conforme a estos principios, en su concepto la forma de gobierno más conveniente para estas Provincias sería la de una monarquía temperada; llamando la dinastía de los Incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa, tan inícuamente despojada del trono por una sangrienta revolución, que se evitaría para lo sucesivo con esta declaración, y el entusiasmo general de que se poseerían los habitantes del interior con solo la noticia de un paso para ellos tan lisonjero y otras varias razones que expuso [...]”

 

En Villarrubia Norri, D.: El Congreso de Tucumán, Tucumán, Miguel Violetto, s/f. edición, p. 66 a 69

Belgrano se inclinaba por una monarquía temperada; es decir, una monarquía constitucional al estilo de la inglesa. En su exposición, dejaba bien claro de qué importante forma influía el desarrollo de la política europea en las decisiones que se tomaran en América.

Luego de declarada la Independencia, en la sesión del 12 de julio de 1816, comenzó el debate acerca de la forma de gobierno. El diputado Acevedo se pronunció a favor de una monarquía temperada cuyos monarcas pertenecieran a la dinastía de los Incas, reinstaurando una organización política de vasto alcance y designando como sede del gobierno la ciudad de Cuzco.

En las sesiones de los días siguientes al mes de julio y los primeros de agosto, la cuestión de la forma de gobierno fue uno de los temas centrales. Los argumentos a favor de la monarquía fueron de lo más variado. El 31 de julio el diputado Castro Barros argumentaba que:

 
“[...] por haber sido el que dio el Sor. á su antiguo pueblo, el que Jesucristo instituyo en su iglesia, el mas favorable á la conservación y progreso de la religión católica, y el ménos sujeto á los males políticos que afectan ordinariamente á los otros; sostuvo las ventajas del hereditario sobre el electivo, y las razones de política que habia para llamar á los Incas al trono de sus mayores, despojados de él por la usurpación de los reyes de España [...]”.
 

En Asambleas Constituyentes Argentinas, T. I: Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1937, p. 239-240

El diputado Serrano, a pesar de no aceptar la monarquía incaica se pronunció en contra del federalismo en la sesión del 5 de agosto, dijo que luego de haber analizado las ventajas y desventajas del gobierno federal -que él había creído el más apropiado para las Provincias Unidas-, las condiciones en las que se encontraban los territorios, la necesidad de orden y unión, la ejecutividad en la toma de decisiones y la puesta en marcha de éstas, le hacían pensar que lo más conveniente sería inclinarse por una monarquía temperada. Ésta podría conciliar la libertad de los ciudadanos y el goce de los derechos principales por parte de la población y sería garantía de unidad.

En tiempos del Congreso de Tucumán, las ideas monárquicas tuvieron un importante desarrollo y la discusión sobre la forma de gobierno fue materia primera y preferente de los debates que mantuvieron los diputados.

La misión Manuel José García

Cuando en 1815 Alvear asumió como Director Supremo, la situación Europea había puesto en jaque el proceso independentista americano y se anunciaba el arribo de una expedición de las fuerzas españolas para recuperar el territorio rioplatense. Esto, sumado a los problemas internos de las Provincias Unidas, llevó al Director Supremo a enviar a Manuel García en misión diplomática a Río de Janeiro.

García era uno de los hombres de mayor confianza de Alvear, pertenecía a una de las familias más encumbradas de Buenos Aires y desde 1845, ocupaba el cargo de Consejero de Estado y Secretario de ese cuerpo designado por el ex Director Posadas.

El 28 de enero de 1815 se embarcaba rumbo a Río de Janeiro, munido de sus credenciales diplomáticas. Una vez allí, debía entregar comunicaciones al embajador británico ante la corte portuguesa, Lord Strangford y también hacérselas llegar al ministro de relaciones exteriores inglés, Lord Castlereag.

Los documentos entregados a García para Lord Strangford planteaban la idea de que las Provincias Unidas fueran incorporadas al Reino de la Gran Bretaña:

“El Supremo Director don Carlos Alvear al Lord Strangford
Muy señor mío: D. Manuel García, mi consejero de stado instruirá a V.E. de mis últimos designios con respecto a la pacificación y futura suerte de estas provincias.
Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden, antes que, se precipite en los horrores de la anarquía.
Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibi1idad de que vuelva a la antigua dominación; porque el odio a los españoles, que ha excitado el orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución. Ha sido necesario toda la prudencia política y ascendiente del gobierno actual, para apagar la irritación que ha causado en la masa de los habitantes
el envío de Diputados al Rey. La sola idea, de composición con los españoles los exalta hasta el fanatismo y todos juran en público y en secreto morir antes que sujetarse a la metrópoli.
En estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer: porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes de volver a la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa Nación una existencia pacífica y dichosa.
Yo no dudo asegurar a V.E. bajo mi palabra de honor, Que este es el voto y objeto de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los pueblos, y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra que de poder concurrir con autoridad y poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte por la Gran Bretaña. [...]

Carlos de Alvear. Excmo. Sr. Vizconde Strangford, embajador de S. M. B. en la Corte del Brasil”

Mitre, Bartolomé, Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Buenos Aires, 1958, p. 232 y sgtes.

En los pliegos dirigidos al ministro de relaciones exteriores inglés, la idea de la integración a la corona británica era expresada de modo más directo:

“Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña; recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos, que vengan tropas que impongan a los genios díscolos, y un jefe autorizado que empiece a dar al país las formas que sean del beneplácito del rey y de la nación, a cuyos efectos espero que V. E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene preparar oportunamente la ejecución”.

Mitre, Bartolomé. Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Buenos Aires: 1958, p. 232 y sgtes.

Alvear solicitaba la plena sumisión de las Provincias Unidas a la corona británica porque veía en ello la posibilidad de evitar la guerra civil y la anarquía, y recuperar el orden colonial perdido.

García llegó a Río de Janeiro e1 23 de febrero y solicitó inmediatamente audiencia con Lord Strangford, que quedó pautada para el día 26. En el informe remitido al Director Supremo, el emisario no hace mención a la entrega de los pliegos. En lugar de los pliegos, confeccionó un memorial a pedido de Strangford, que éste enviaría a Inglaterra. El embajador trataba –de alguna manera- de evitar que el pedido de colonialismo fuera tan explícito como también que aparecieran expresiones agraviantes para España –con la cual Inglaterra integraba la Cuádruple Alianza-.

Evidentemente, Alvear no deseaba que se conociera esta misión y mucho menos, sus finalidades. De ello dan cuenta los párrafos de una carta que Rivadavia –que se encontraba en Río de Janeiro junto a Belgrano- le envía al Director Supremo. Le comenta que, al visitar a Lord Strangford, éste le informó que se había reunido con García. Sigue diciendo que habían tratado de contactarse con su colega pero no la habían encontrado. Además, le cuenta que el embajador le consultó si ellos –Belgrano y Rivadavia- conocían el motivo de la visita de García. Todo lo cual resultaba misterioso para los enviados.

La misión García no llegó a buen puerto. Cuando en Buenos Aires se les solicitó a Alvear y a García, informes sobre la misión, fueron hábiles como para evitar los detalles.

Ante las acusaciones de traición, al buscar entregar a la patria en proceso de liberación a la corona británica, Alvear se defendió diciendo que se trataba de una propuesta sana y patriótica a través de la cual pretendía neutralizar el peligro de una expedición contra el Río de la Plata y la ayuda –puntos estratégicos en la frontera con el Brasil- que los portugueses pudieran brindar a las fuerzas españolas, por eso, previniendo esa situación, decidió enviar a García.