Luego de la agitada década de las luchas independentistas, a partir de 1820 el gobierno de Buenos Aires llevó a cabo actos demostrativos de su soberanía sobre la región marítima del Atlántico, como la designación de gobernadores, legislación sobre recursos pesqueros y otorgamiento de concesiones territoriales.
Al amparo de estas medidas, algunos aventureros se fueron estableciendo en la isla Soledad. Se dedicaron a abastecer de carne y cueros a los barcos que anclaban en su puerto; para ello criaban ganado y cazaban focas, lobos marinos y otras especies que habitaban la isla.
En enero de 1826 y luego de haber realizado con Pacheco un nuevo acuerdo por el cual le cedía todas las concesiones recibidas del gobierno de Buenos Aires, Luis Vernet y sus acompañantes se hicieron a la mar. Luego de sortear algunos inconvenientes en el camino, los primeros días de junio avistaban las islas y desembarcaban en las ruinas del viejo poblado español.
Fueron pocos animales los que se pudieron trasladar desde el continente, pero se aprovecharon algunos que fueron llevados a la isla por otros expedicionarios. Vernet trató de lograr de parte del gobierno de Buenos Aires una mayor delimitación de los territorios que podía explotar. A través de un decreto se le concedieron todos los terrenos baldíos que hubiera en la isla Soledad –excepto los que habían sido concedidos a Pacheco-. En el plazo de tres años debía levantarse allí una colonia.
El 10 de junio de 1829, Martín Rodríguez, gobernador de Buenos Aires, dictó un decreto a través del cual se creaba la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas -tenía jurisdicción en islas adyacentes y el cabo de Hornos- a cargo de Luis Vernet. Su esposa, María Sáez relató la toma de posesión del cargo:
“Domingo 30 de Agosto (1829):Muy buen día de Santa Rosa de Lima y por lo que determina Vernet, tomar hoy posición de las Islas en nombre del Gobierno de Buenos Aires. A las doce se reunieron todos los habitantes, se enarboló la bandera Nacional, a cuyo tiempo se tiraron veintiún cañonazos, repitiéndose sin cesar el vivas a la Patria. Puse a cada uno en el sombrero cintas con los dos colores que distinguen nuestra bandera. Se dio a reconocer el Comandante”.
Texto del Diario de la Sra. Maria Sáez de Vernet en Montarce Lastra, Antonio: Redención de la soberanía. Las Malvinas y el diario de Doña María Sáez de Vernet, Buenos Aires, Talleres Gráficos Padilla y Contreras, 1946, p. 19.
La colonia llegó a tener cerca de ciento cincuenta habitantes estables, más los viajeros ocasionales cuyos barcos recalaban en la isla. Se fue conformando una población multiétnica ya que llegaban a la isla esclavos negros que para ganar su libertad debían pasar en ella diez años; indígenas de la zona norte del Estrecho con quienes Vernet entabló buenas vinculaciones comerciales; también se instalaron hombres de distintos lugares del mundo que desertaron de los barcos balleneros y foqueros que navegaban por la zona. Los trabajos para levantar la colonia congregaron brazos indígenas, negros, gauchos, blancos –oriundos de diferentes países sudamericanos, norteamericanos, alemanes y franceses-. Algunos integrantes de la población se dedicaba a la caza, la domesticación del ganado, construcción de corrales, ranchos, casas de piedra, salazón de carnes. Otros realizaban actividades vinculadas a algún oficio.
A pesar de la presencia de colonos y de un gobierno en las islas, los barcos pesqueros y foqueros que navegaban la zona no se sometían a la normativa dispuesta. Vernet detuvo a tres goletas norteamericanas que pescaban y cazaban en forma furtiva y se embarcó en una de ellas con rumbo a Buenos Aires para que las autoridades juzgaran el proceder de los extranjeros.
Mientras en Buenos Aires se dirimía esa situación, el gobierno estadounidense, ordenó que la fragata Lexington se presentara ante el puerto de la isla Soledad. La orden fue cumplida, en diciembre de 1831, mientras los isleños desempeñaban sus habituales tareas, los norteamericanos ocupaban los principales edificios y capturaban a los lugartenientes de Vernet. El gobierno de Buenos Aires protestó ante ese vandálico proceder, hasta que logró hacer valer sus derechos soberanos y los estadounidenses se vieron obligados a desocupar las islas.
De regreso en la isla Soledad, careciendo de los recursos indispensables para reconstruir la colonia y para dotarla de las defensas necesarias, Vernet no perdió las esperanzas y continuó la planificación de la reconstrucción. De tanto en tanto, solicitaba que el gobierno de Buenos Aires le asignara recursos humanos y armamento sin tener una respuesta formal.
Por decreto del 10 de septiembre de 1832, el Ministerio de Guerra y Marina, nombraba Comandante Civil y Militar interino de las Islas Malvinas y sus adyacentes al Sargento Mayor de Artillería Don Esteban José Francisco Mestivier, con la orden de defender el honor de la República resistiendo a los invasores en el caso de que las islas fueran atacadas.
A fines de 1832 y a poco de tomar posesión de la Comandancia, Mestivier fue asesinado durante el curso de una sublevación. Los isleños fueron presa del terror que les ocasionaba el accionar de los amotinados, hasta que fueron reducidos por un grupo de soldados que se mantenía fiel a la autoridad. En ese momento, José M. de Pinedo llegaba a la isla al frente de la goleta Sarandi. Pinedo castigó a los amotinados y trató de recomponer la paz entre los colonos.
El 2 de enero de 1833, los pobladores observaron que un navío de bandera inglesa –Clio- ingresaba al puerto. La expedición se encontraba al mando de John James Onslow, quien tenía la orden de tomar posesión de las islas en nombre de su majestad británica. Así lo informó al comandante de la Sarandi y le solicitó que arriase el pabellón argentino. Pinedo preguntó si la guerra había estallado entre su país e Inglaterra y Onslow respondió que, por el contrario, las relaciones de amistad y comercio continuaban intactas y lo intimó a retirarse de las islas.
Pinedo mandó contar el armamento y las municiones y reunió a la población para ponerla al tanto de lo acontecido. En un primer momento decidió defender las islas, luego optó por realizar una nueva formal protesta ante Onslow –resultó inútil y puso de manifiesto la débil situación defensiva- para finalmente, embarcar a la tropa a bordo de la Sarandi y a todos aquellos que deseaban ser repatriados. Desde la embarcación, pudo observar cómo los británicos izaban su bandera y arriaban el pabellón argentino.
Las noticias respecto de la casi destrucción de puerto Luis y el abandono en el que se encontraban las islas, representaban para los ingleses el momento propicio para apoderarse de ellas y obtener el manejo de importantes recursos y de un espacio estratégico.
Luis Vernet estaba en lo cierto, la zona de Malvinas era un territorio apetecido por diferentes potencias, por eso era necesario que el gobierno de Buenos Aires mantuviera una presencia estable en las islas y que se dispusiera de los medios necesarios para la defensa del territorio. Vernet realizó incansables pedidos que las autoridades no atendieron.
A continuación, presentamos los documentos de la creación de la Comandancia Civil y Militar de las islas y de la toma de posesión de Luis Vernet en su cargo.